ANDREA GRACIANO: Lic. Nutrición (UBA). Maestría en Salud Pública (UNR). Docente e Investigadora Categorizada (UBA).

*Texto extraído del INFORME ANUAL DE LA SITUACIÓN DE LA SOBERANÍA ALIMENTARIA EN ARGENTINA (IASSAA 2022). El informe completo se puede descargar desde https://redcalisas.org. Correo: redcalisas@gmail.com

Agradecemos la autorización a esta recopilación a lxs autorxs del IASSAA y a toda la Red CALISAS

Introducción

En Argentina, el Ministerio de Salud de la Nación ha llevado adelante distintas encuestas poblacionales cuyos resultados muestran que existe una triple carga de malnutrición, siendo la forma más frecuente la malnutrición por exceso para todos los grupos de edad y para todos los quintiles de ingresos (Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación, 2019a, 2019b, 2019c, 2019d, 2020). Esta prevalencia, al igual que lo observado a nivel regional y mundial, muestra una tendencia a lo largo de los años claramente ascendente, la cual es aún mayor (tanto a nivel nacional como regional) en los grupos en situación de mayor vulnerabilidad social (Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación, 2019a, 2019b, 2019c, 2020; FAO, OPS, WFP, UNICEF, 2018; WHO, 2022).

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2021), por malnutrición se entiende a “las carencias, los excesos o los desequilibrios de la ingesta de energía y/o nutrientes de una persona”. El término malnutrición abarca tres grandes grupos amplios de afecciones: las situaciones por déficit (que comprenden distintas formas de “desnutrición”), la malnutrición relacionada con los micronutrientes (por ejemplo, la anemia por déficit de hierro); y las situaciones por excesos, que abarcan el sobrepeso, la obesidad y las enfermedades no transmisibles relacionadas con la alimentación (como diabetes, enfermedades cardiovasculares, distintos tipos de cáncer, entre otras).

La malnutrición en todas sus formas es la principal causa de problemas de salud a nivel global. En un informe publicado por la Comisión Lancet sobre Obesidad, distintos autores (Swinburn y col., 2019) plantean que tres pandemias –obesidad, desnutrición y cambio climático- representan la Sindemia Global que afecta a la mayoría de las personas en todos los países y regiones del mundo. Una sindemia es una sinergia de pandemias que ocurren en el mismo tiempo y lugar, interactúan entre sí (provocando secuelas complejas) y comparten causantes sociales subyacentes en común. Por ejemplo, los sistemas alimentarios no sólo impulsan las pandemias de obesidad y desnutrición, sino que también generan entre un 25% y un 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), y la producción ganadera representa más de la mitad de éstos. Los sistemas de transporte dominados por los automóviles motivan estilos de vida sedentarios y generan entre el 14 y el 25% de los GEI.

En 2015, la Organización de las Naciones Unidas (ONU, s.f. a) aprobó la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible, que cuenta con 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible -también conocidos por su sigla ODS- (ONU, s.f. b). El ODS 2 plantea, dentro de sus metas, para 2030 poner fin al hambre y a todas las formas de malnutrición. Si la alimentación adecuada es un Derecho Humano básico y universal, la prevalencia de malnutrición muestra la magnitud de la vulneración de ese derecho.

1- SITUACIÓN NUTRICIONAL

1.1 Contexto regional y mundial

A nivel regional, un informe conjunto de distintas agencias de Naciones Unidas señala que en América Latina y el Caribe, las distintas formas de malnutrición por déficit (retraso de crecimiento, emaciación o desnutrición aguda) en menores de 5 años se encuentran muy por debajo del promedio mundial. Por el contrario, la prevalencia de sobrepeso en este grupo etario es de casi 2 puntos porcentuales superior al promedio mundial y ha aumentado de forma sostenida durante los últimos 20 años. Además, entre las subregiones, Sudamérica exhibe la prevalencia más alta (FAO, Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA, OPS, WFP y UNICEF, 2021) y Argentina, con los valores más altos de toda América Latina y el Caribe, encabeza este ranking tanto en menores de 5 años como en el grupo etario de 5 a 17 años (UNICEF, 2022).

1.2 Situación nutricional en Argentina

En nuestro país, las distintas encuestas poblacionales que relevaron datos sobre situación alimentario-nutricional se han realizado en distintas oportunidades, todas previo al inicio de la pandemia.

Según la Segunda Encuesta Nacional de Nutrición y Salud -ENNyS 2- (Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación, 2019a) -realizada en zonas urbanas de 5000 y más habitantes- la prevalencia de malnutrición por grupos de edad es la siguiente:

• En niños y niñas menores de 5 años, la emaciación afecta al 1,6%; el retraso del crecimiento al 7,9%; mientras que el exceso de peso al 13,6%.

• En niños, niñas y adolescentes (entre 5 y 17 años), la delgadez afecta al 1,4%; el retraso del crecimiento al 3,7%; mientras que el sobrepeso al 41,1%.

• En población adulta (18 años y más), la prevalencia de exceso de peso fue de 67,9%. La prevalencia de sobrepeso fue de 34,0% y la de obesidad, 33,9%.

De lo expuesto se desprende que -a partir de los datos de antropometría- en niños, niñas y adolescentes (NNyA) se observa un escenario epidemiológico transicional en el que conviven situaciones de déficit y de exceso de peso. En el caso de la malnutrición por déficit, la prevalencia de emaciación y delgadez en todos los grupos es baja desde una perspectiva poblacional; mientras que el sobrepeso y la obesidad resultaron ser las formas más prevalentes de malnutrición en NNyA (Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación, 2019a). La prevalencia de baja talla se mantiene en valores relativamente estables, si se comparan estos resultados con los previamente obtenidos en la ENNyS 1 –donde la prevalencia de baja talla en el grupo de 6 a 60 meses fue del 8%- (Ministerio de Salud, 2007).

Se observó que existen diferencias significativas entre los quintiles de ingresos en el retraso del crecimiento y el sobrepeso, siendo ambos más prevalentes en los más pobres. A modo de ejemplo, se observó que la baja talla afecta al 11,5% de los niños menores de 5 años en el primer quintil de ingresos (vs 4% en el quinto quintil); mientras que en personas de 18 años y más, los grupos sociales de menores ingresos evidenciaron mayores índices de exceso de peso a expensas de mayor prevalencia de obesidad, que fue un 21% mayor en el quintil más bajo de ingresos respecto del más alto (Ministerio de Salud, 2019a).

Cabe destacar que solo se publicaron los indicadores priorizados de esta encuesta, como el estado nutricional y el consumo de alimentos (evaluados mediante cuestionarios de frecuencia de consumo de alimentos). Los resultados del consumo de alimentos (evaluados mediante recordatorios de 24 horas) y de muestras bioquímicas no han sido publicados al día de hoy. Por este motivo, no contamos con datos actualizados de malnutrición relacionada con micronutrientes.

La ENNyS realizada en 2005 (Ministerio de Salud, 2007) mostró que la anemia y la deficiencia de hierro constituyeron las alteraciones más prevalentes en todos los grupos estudiados, particularmente niños y niñas de 6 a 23 meses (34,1% con anemia y 35,3% con déficit de hierro según determinación de ferritina sérica) y en mujeres embarazadas (30,5% con anemia). El tamaño de la muestra de niños de 6 a 72 meses permitió una representatividad provincial: la prevalencia nacional de anemia fue de 16,5%, con diferencias regionales (entre 10,1% en Cuyo y 22,4% en NEA) y provinciales (con el valor más bajo en San Juan 7,9% y el más alto en Chaco 36,2%) (Kogan, y col., 2008).

Además, Argentina cuenta con 3 ediciones de la Encuesta Mundial de Salud Escolar (EMSE), que utiliza una metodología estandarizada a nivel mundial para relevar datos sobre aspectos sociodemográficos e indaga sobre conductas relacionadas con el comportamiento alimentario, el consumo de alcohol y otras drogas, la actividad física, entre otros. Se realizó por primera vez en el año 2007 con representatividad nacional; se llevó a cabo nuevamente en 2012 y en 2018, contando las dos últimas ediciones con representatividad nacional y provincial.

En 2007 y 2012, la encuesta se realizó en adolescentes escolarizados de 1º a 3º año de entre 13 y 15 años, mientras en 2018 se amplió la franja etaria al estudiar a adolescentes escolarizados de entre 13 y 17 años. La EMSE 2018 (Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación, 2020) encontró:

• El bajo peso afecta al 2,3% en 13-15 años, 2% en 16-17 años y 2,2% en 13-17 años.

• El sobrepeso, al 33,1% en 13-15 años, 25,1% en 16-17 años y 30,3% en 13-17 años.

• La obesidad, al 7,8% en 13-15 años, 6,6% en 16-17 años y 7,4% en 13-17 años.

Esta encuesta también mostró una mayor prevalencia de malnutrición por exceso, revelando que casi el 40% de los adolescentes de 13 a 17 años presentaba exceso de peso. A lo largo de las tres ediciones de la EMSE, se observó un aumento progresivo y sostenido tanto del sobrepeso como de la obesidad en los adolescentes y con predominio en los varones. Se observó que, entre 2007 y 2018, la obesidad aumentó un 77% en adolescentes de 13 a 15 años (4,4% en 2007 vs. 7,8% en 2018). Además, un estudio realizado por FIC Argentina y UNICEF Argentina, basado en datos de EMSE 2012, encontró que los adolescentes de bajo nivel socioeconómico (NSE) tienen un 31% más de probabilidades de ser obesos que los de alto NSE (FIC y UNICEF, 2016).

Asimismo, el Ministerio de Salud de la Nación realizó (a la fecha) cuatro ediciones de la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (ENFR), en los años 2005, 2009, 2013 y 2018. El objetivo de la encuesta es evaluar el impacto de las políticas sanitarias sobre las Enfermedades Crónicas No Transmisibles (ECNT), a la vez que sirven de directriz para nuevas estrategias de prevención de enfermedades y de promoción de la salud. La población encuestada comprende a las personas mayores de 18 años, que habitan localidades urbanas de 5000 habitantes o más. En esta cuarta edición (ENFR 2018), el peso corporal se evaluó por autorreporte (al igual que en las 3 ediciones anteriores) y, en una submuestra de hogares, se realizó la toma de mediciones antropométricas.

La prevalencia de exceso de peso (sobrepeso más obesidad) por autorreporte fue de 61,6%, comparativamente superior a la 3ra edición de la ENFR (57,9%); evidenciando que la tendencia se mantuvo en ascenso al comparar con las tres ediciones previas (Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación, 2019b, 2019c).

Al analizar por separado, se observó que la prevalencia de sobrepeso por autorreporte fue de 36,3%, manteniéndose constante con respecto a las tres ediciones previas de la ENFR; mientras que la prevalencia de obesidad fue del 25,3%, resultando un incremento relativo del 21,6% respecto de la tercera edición (ENFR 2013) y del 73,3% respecto de la primera (ENFR 2005) (Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación, 2019b, 2019c). Se observó que la prevalencia de obesidad aumentó significativamente en cada una de estas ediciones, siendo mayor a menor nivel de instrucción y a menor nivel de ingresos (no observándose diferencias significativas según sexo y cobertura de salud) (Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación, 2019b, 2019c).

La prevalencia de exceso de peso (sobrepeso más obesidad) a partir de mediciones objetivas (peso y tallas medidas en el domicilio de una submuestra de hogares) fue de 66,1%. La prevalencia de obesidad obtenida por medición objetiva fue de 32,4%. Se observó que la frecuencia de obesidad presentó un gradiente descendente a medida que aumentó el nivel de instrucción y los quintiles de ingresos: el quintil más bajo presentó una prevalencia de 10 puntos porcentuales más que el quintil más alto (35,2% vs 25,5%). Sin embargo, tampoco se observaron diferencias según sexo ni cobertura de salud (Ministerio de Salud, 2019b, 2019c).

Otros informes también permiten dar cuenta de la realidad local, como uno realizado por el Ministerio de Salud y Desarrollo Social (2018) con apoyo de UNICEF Argentina, donde se analizan datos del primer nivel de atención de Argentina, provenientes del seguimiento de las trazadoras del Programa SUMAR entre los años 2014 y el 2016.

En línea con los hallazgos ya presentados, lo reportado por las trazadoras del Programa SUMAR dan cuenta que la malnutrición por exceso fue el problema más frecuente dentro de la población infantil y adolescente. La prevalencia aumenta a medida que el rango de edad es mayor. Tomados de manera conjunta el sobrepeso y la obesidad, para el año 2016 se observa un progresivo aumento del exceso de peso a medida que la edad de la población es mayor. Se observó que entre los menores de 2 años la prevalencia fue del 25,2%, en niños y niñas de 2 a 5 años fue del 29,4%, en el grupo de 6 a 9 años del 36,9% y del 37% en el grupo de 10 a 19 años.

Además, en 2019 el Programa Nacional de Salud Escolar (PROSANE) de la Dirección Nacional de Maternidad, Infancia y Adolescencia (Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación, 2019d) publicó un estudio realizado a partir de los datos obtenidos por el Programa, que evaluó las variaciones antropométricas de los niños, niñas y adolescentes al inicio y al finalizar el ciclo de educación primaria en Argentina, entre los años 2012 y 2017. El PROSANE está destinado principalmente a los niños, niñas y adolescentes que asisten a las escuelas primarias públicas y privadas, al inicio y al finalizar el ciclo escolar (1° y 6° grado). Este estudio encontró también que la forma de malnutrición más prevalente fue por exceso, hallando que el exceso de peso afecta al 35,6% al inicio del ciclo escolar y al 49,3% de NNyA al finalizar el ciclo. Es decir, la tasa de sobrepeso y obesidad al inicio del ciclo primario es elevada (afectando a más de un tercio de la población escolarizada) y aumenta significativamente al finalizar el colegio, no sólo porque los niños, niñas y adolescentes con obesidad no mejoran, sino porque aquellos que inician con un peso normal, finalizan la escuela primaria con sobrepeso y obesidad (Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación, 2019d).

2- SITUACIÓN ALIMENTARIA

En estas últimas décadas, se han producido una serie de cambios en los sistemas alimentarios a nivel mundial, con una característica distintiva: los patrones de alimentación basados en comidas y platos preparados a partir de alimentos naturales y mínimamente procesados han sido desplazado por otros que se basan cada vez más en productos ultraprocesados, es decir alimentos y bebidas industrializados y listos para consumir. Este fenómeno se ha observado primero en los países de ingresos altos y, ahora también, en los países de ingresos medios y bajos (OPS, 2015, 2016, 2019). La alimentación resultante se caracteriza por una densidad calórica excesiva y por el aporte de cantidades excesivas de azúcares libres, grasas no saludables y sal, al mismo tiempo que es baja en fibra alimentaria, lo que aumenta el riesgo de obesidad y otras enfermedades no transmisibles relacionadas con la alimentación. La proporción de productos ultraprocesados en los suministros de alimentos puede considerarse una medida de la calidad general de la alimentación de una población (OPS, 2015).

Los cambios en los patrones alimentarios han estado fuertemente condicionados por las nuevas formas de producir y procesar los alimentos. En este sentido, cabe señalar que la Universidad de San Pablo ha desarrollado una nueva forma de clasificación de los alimentos según el tipo de procesamiento industrial, denominado sistema NOVA. Este sistema ha sido adoptado por distintos organismos internacionales como la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su sigla en inglés), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, por su sigla en inglés), entre otros.

El sistema NOVA propone 4 grandes grupos: los alimentos “naturales” o mínimamente procesados (aquellos que se obtienen de la naturaleza sin demasiada intervención del ser humano o con procesamientos mínimos como los tratamientos térmicos, por ejemplo la pasteurización de la leche); los “ingredientes culinarios” (como por ejemplo azúcar, sal, aceites, manteca, etc); los “alimentos procesados” (donde existe un procesamiento mínimo y se hacen agregados de ingredientes culinarios por ejemplo sal o azúcar a fin de hacerlos más gustosos o lograr una mayor conservación en el tiempo); y los “productos ultraprocesados” (que están diseñados para ser consumidos en cualquier lugar, prácticamente sin ningún tipo de preparación culinaria; sin necesidad de mesas, platos y cubiertos; mientras realizamos otras actividades; suelen ser ofrecidos en envases atractivos como por ejemplo galletitas, gaseosas, aguas saborizadas, snacks o productos de copetín, etc.). Este último grupo de productos contienen pocos alimentos enteros o ninguno, son extremadamente sabrosos y casi adictivos, imitan los alimentos y se los ve erróneamente como saludables; se anuncian y comercializan de manera agresiva; y son cultural, social, económica y ambientalmente destructivos (OPS, 2015, 2016, 2019). Podríamos decir que la mayoría de estos productos son OCNI –Objetos Comestibles No Identificados-, concepto desarrollado por el sociólogo francés Claude Fischler (1995).

2.1 Situación alimentaria: contexto regional y mundial

Tal como señala la Organización Panamericana de la Salud (2015), en términos comerciales los mercados más atractivos para los ultraprocesados ya no son los países plenamente industrializados y de ingresos altos conocidos como el “norte mundial”, sino los países de ingresos medianos y bajos del llamado “sur mundial” (entre ellos, los de América Latina) (OPS, 2015).

Según señala OPS (2015), entre el 2000 y el 2013 las ventas anuales per cápita de los productos ultraprocesados aumentaron -de manera sostenida, en su mayor parte- en todos los países latinoamericanos excepto Argentina y Venezuela, donde las ventas fluctuaron en coincidencia con las crisis económicas. Los mayores niveles de consumo de productos ultraprocesados se explican por el aumento de ingresos, la mayor urbanización y la participación de las mujeres en el mercado laboral. América Latina y el Caribe es la cuarta región del mundo que mantiene una mayor venta al detalle de productos altamente procesados, con 129,6 kilos per cápita anuales. Argentina es uno de los cinco países de América Latina con mayor consumo de ultraprocesados, junto con México, Chile, la República Oriental del Uruguay y Costa Rica, con consumos per cápita por arriba del promedio regional. A nivel mundial, estos cinco países pertenecen a los 30 países que más consumen alimentos altamente procesados (FAO y OPS, 2017; Rapallo y Rivera, 2019).

2.2 Situación alimentaria en Argentina

Las ventas de productos ultraprocesados en Argentina fluctuaron entre 181 kg y 212 kg per cápita durante el periodo 2000-2013, pero descendieron bruscamente (19%, de 194,1 kg en el 2000 a 157,9 kg en el 2002) cuando la economía nacional se contrajo 28% (OPS, 2015). Sin embargo, en 2013, y con ventas que alcanzan los 185 kg per cápita, Argentina se ubica en el tercer lugar a nivel regional y el 14 a nivel mundial (OPS, 2015; Rapallo y Rivera, 2019). Los ultraprocesados son el producto estrella del modelo agroindustrial extractivista predominante en nuestro país y el gran motor de la malnutrición (Filardi y Frank, 2022).

Los estudios locales, como las encuestas poblacionales realizadas por el Ministerio de Salud de la Nación, dan cuenta que en nuestro país los cambios en las prácticas alimentarias siguen la tendencia mundial, afectando en mayor medida a los grupos más vulnerables, especialmente a aquellos con bajos niveles educativos y menores ingresos.

La ENNyS 2 encontró que el patrón dietético de niños y adolescentes es significativamente menos saludable que el de los adultos. Los niños, niñas y adolescentes consumen un 40% más de bebidas azucaradas, el doble de productos de pastelería o de copetín y tres veces más golosinas en comparación con los adultos. Este peor patrón alimentario entre los NNyA obedece probablemente a múltiples causas, como por ejemplo estrategias de marketing dirigidas específicamente a este grupo etario, entornos escolares obesogénicos, entre otros!(Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación, 2019a).

La EMSE 2012 indagó también el consumo mensual de bebidas azucaradas y encontró que casi la mitad de los adolescentes consumieron dos o más bebidas azucaradas al día en los últimos 30 días. Además, se realizó una observación en los establecimientos educativos y se encontró que 8 de cada 10 establecimientos educativos ofrecían bebidas azucaradas. En la tercera edición (cuyos resultados para bebidas azucaradas no pueden compararse dado que en la EMSE 2012 se analizó el consumo mensual y en la edición 2018 se analizó el consumo semanal), resulta muy alarmante el hecho de que un tercio de los adolescentes toma bebidas con azúcar diariamente. El aumento del consumo de ultraprocesados en cadenas de comida rápida -respecto de la edición 2012 de la EMSE en chicos de 13 a 15 años (cuyo consumo fue mayor respecto de los de 16 a 17 años), resulta consistente con múltiples fuentes de información que muestran el empeoramiento de los patrones alimentarios en la población argentina. Además, se observó un bajo consumo de frutas y verduras en los adolescentes en general (Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación, 2020).

La ENFR 2018 encontró que la población de 18 años y más, el consumo promedio diario nacional de porciones de frutas o verduras consumidas por persona fue de 2 porciones, sin mostrar cambios con respecto a la edición anterior y ubicándose muy por debajo de las 5 porciones diarias recomendadas por la OMS y por las Guías Alimentarias para la Población Argentina (Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación, 2019b). Además, solo el 6% de la población consume las 5 porciones diarias recomendadas, sin reflejar cambios respecto a la edición anterior (Ministerio de Salud de la Nación, 2015; Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación, 2019b, 2019c).

En la tercera edición (ENFR 2013), se vio que el porcentaje de personas que agregan sal a las comidas siempre o casi siempre luego de la cocción o al sentarse a la mesa disminuyó significativamente respecto a las dos ediciones previas, lo que podría estar relacionado –si bien no se estudió en términos asociativos- a campañas que se llevaron a cabo desde el Estado Nacional sobre la reducción del uso de sodio como la campaña “Menos sal, más vida” (Ministerio de Salud de la Nación, 2015). Este indicador se mantuvo estable entre 2013 y 2018 (Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación, 2019b, 2019c). No obstante, es importante remarcar que 2/3 del consumo de sodio proviene de los productos procesados o envasados y no de la sal agregada por el consumidor (Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación, 2019b).

3- RELACIÓN ENTRE SITUACIÓN ALIMENTARIA-NUTRICIONAL Y SALUD

El sobrepeso y la obesidad (junto con la presión arterial elevada, la hiperglucemia y la hiperlipidemia) son factores de riesgo metabólicos para el desarrollo de enfermedades no transmisibles (OMS, 2022). La obesidad en personas adultas es uno de los factores determinantes que explican el crecimiento de las principales causas de mortalidad y morbilidad en el mundo. Se atribuye al exceso de peso gran parte de la carga de las ENT, principalmente en el caso de la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares y diversos tipos de cánceres (OMS, 2022).

Además, la alimentación inadecuada (junto con el consumo de tabaco, el consumo nocivo de alcohol y la inactividad física) constituyen los principales factores de riesgo conductuales de las enfermedades crónicas no transmisibles -ENT- (OMS, 2022).

Las enfermedades crónicas no transmisibles (ENT) son la principal causa de muerte y discapacidad en el mundo; afectan a todos los grupos de edad y a todas las regiones y países. En la actualidad, representan una de las mayores amenazas para la salud y el desarrollo humano en todo el mundo, especialmente en los países en vía de desarrollo, por sus consecuencias sanitarias, económicas y sociales.

3.1 Contexto regional y global

A nivel mundial, el porcentaje de muertes atribuibles a ENT aumentó del 60,8% en 2000 al 73,6% en 2019. En la Región de las Américas, las muertes atribuibles a ENT superan la media global para este período de tiempo, habiendo aumentado del 77,2% en el 2000 al 81,3% en 2019 (WHO, 2022). Las ENT tienen además un importante costo atribuible para los sistemas de salud, así como para la sociedad en general, por lo que esta enorme carga de enfermedad y económica, representa una barrera significativa para el desarrollo mundial (WHO, 2014).

3.2 Contexto nacional

En el informe definitivo de la ENFR 2018, se explicita que en nuestro país las enfermedades no transmisibles son responsables del 73,4% de las muertes, del 52% de los años de vida perdidos por muerte prematura, y del 76% de los años de vida ajustados por discapacidad, acompañando la tendencia mundial (Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación, 2019b).

Según datos de la Dirección de Estadísticas e Información de Salud (DEIS) del Ministerio de Salud, en 2020 la principal causa de muerte para todas las edades fueron las enfermedades del corazón (20,4%), seguidas por los tumores (16,8%) y, en tercer lugar, se ubicaron las muertes por enfermedad por COVID-19 (15,1%).

Reflexión final

Muchas recomendaciones actuales para reducir la malnutrición en todas sus formas también serán beneficiosas para la mitigación y adaptación al cambio climático, y viceversa. Sin embargo, para abordar la Sindemia Global seriamente, se necesitarán acciones que permitan abarcar los causantes sociales, políticos, socioeconómicos y comerciales subyacentes. Estas son acciones denominadas de doble o triple función ya que pueden influir simultáneamente en múltiples partes de la sindemia. Dichas acciones, que buscan reorientar los principales sistemas de alimentación y agricultura, transporte, diseño urbano y uso del suelo que ocasionan la Sindemia Global, deben desarrollarse en todos los niveles (local, nacional y global). La implementación de acciones para abordar las causas subyacentes es más difícil de lograr políticamente y sus resultados son más inciertos en comparación con acciones locales, como los programas de promoción de la salud o la prestación de servicios de atención médica. Sin embargo, su implementación es esencial para lograr cambios transformativos y sistémicos (Swinburn et al, 2019).

Referencias

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• FAO y OPS. (2017). Panorama de la seguridad alimentaria y nutricional en América Latina y el Caribe. https://iris.paho.org/bitstream/handle/10665.2/34343/9789275319727_spa.pdf?sequence=1&isAllowed=y

• FAO, OPS, WFP y UNICEF. (2018). Panorama de la seguridad alimentaria y nutricional en América Latina y el Caribe: desigualdad y sistemas alimentarios. http://www.fao.org/3/CA2127ES/CA2127ES.pdf

• Filardi, M. y Frank, F. (2021). Alimentación en Argentina: entre los derechos y los negocios. Fundación Rosa Luxemburgo.

• FIC Argentina y UNICEF Argentina. (2016). Brechas sociales de la obesidad en la niñez y adolescencia. Análisis de la Encuesta Mundial de Salud Escolar (EMSE).

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• Fischler, C. (1995). El (h)omnívoro. Editorial Anagrama.

• Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Ministerio de Hacienda y Finanzas. Dirección General de Estadística y Censos. (2022). Anuario Estadístico 2021. https://www.estadisticaciudad.gob.ar/eyc/wp-content/uploads/2022/08/anuario_estadistico_2021.pdf

• Kogan L, Abeyá Gilardón E, Mangialavori G, Calvo E, Durán P. (2008). Anemia:La desnutrición oculta. Resultados de la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud –ENNyS–. Buenos Aires, Ministerio de Salud de la Nación.

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• Swinburn, B; Kraak, V; Allender, S; Atkins, V.; Baker, P.; Bogard, J.; Brinsden, H.; Calvillo, A.; De Schutter, O.; Devarajan, R.; Ezzati, M.; Friel, S.; Goenka, S.; Hammond, R.; Hastings, G.; Hawkes, C.; Herrero, M.; Hovmand, R.; Howden, M.; y Dietz, W. (2019).

The Global Syndemic of Obesity, Undernutrition, and Climate Change:! The Lancet!Commission report. The Lancet. 393 (10173): 791 – 846.

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• OMS (2014). Global status report on noncommunicable diseases 2014. Geneva: WHO.!

• OMS (2018). Global Health Observatory. Noncommunicable diseases: risk factors. Geneva: WHO.!

• OMS (2022). World health statistics report 2022: monitoring health for the SDGs, Sustainable Development Goals. Geneve: WHO. https://www.who.int/publications/i/item/9789240051157

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Material relacionado:

INFORME ANUAL DE LA SITUACIÓN DE LA SOBERANÍA ALIMENTARIA EN ARGENTINA

https://redcalisas.org/wp-content/uploads/2022/11/iassaa_calisas_rgb_v_01-2_11_web.pdf

Sitio web Red CALISAS

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