Pandemia, guerra y sequía enumera el gobierno como causas de la desbocada escalada inflacionaria. La escasez de dólares, y la especulación en la liquidación de divisas por parte de los grupos líderes de la producción agropecuaria.

Con pocos instrumentos y quizá también poca voluntad (recordemos tema Vicentín) la vulnerabilidad del gobierno es extrema.
El proceso de concentración de tierras y rentas y la aparición de los “pooles de siembra” alteró drásticamente categorías tales como “campo”, “productor” ya que al nombrarlas en realidad hablamos de poderosos grupos de inversión agroalimentarias.
De esos casi 100 grupos que se dedican al agronegocio y siembran, los primeros 15 acumulan 1,6 millones de hectáreas, con una base de 50 mil y un promedio de 100 mil hectáreas. ¿Son éstas empresas las dueñas del agronegocio en el país?

Introducción

Según un informe de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA), en el año 2022 la actividad agroindustrial registró una facturación récord de casi 60 mil millones de dólares. Supone el 67% del total de las exportaciones argentinas de dicho año y es de utilidad para dimensionar el peso del sector en la economía argentina.

Por otra parte, según el último Censo Agropecuario que se realizó en 2018, la superficie cultivable en nuestro país es de 30 millones de hectáreas, de las cuales, el 10% de esa superficie total se corresponden con los 95 grupos de siembra más importantes, conocidos como “pooles de siembra”.

Estos “pooles” se caracterizan por tener una figura jurídica formal: sociedades regulares, sociedades de hecho, uniones transitorias de empresas y, en los casos de mayor escala, fondos comunes de inversión y fideicomisos (de Obschatko, Ganduglia y Román 2006, 89). Su tamaño varía entre 1.000 y 50.000 hectáreas, con algunos pocos casos registrados en torno a las 70.000 hectáreas (Posada y Martínez de Ibarreta 1998, Grosso, y otros 2010).

De esos casi 100 grupos que se dedican al agronegocio y siembran, tanto sobre campos propios como arrendados de al menos 7 mil hectáreas, los primeros 15 acumulan 1,6 millones de hectáreas, con una base de 50 mil y un promedio de 100 mil hectáreas, cada uno. ¿Son estas empresas las dueñas del agronegocio en el país?

La “mutación” del sujeto productivo: del campesinado a los pooles de siembra

El agronegocio se gestó en el sur del continente americano durante la década del ’90, pero se consolidó a medida que avanzaron las políticas neoliberales en la región. Este modelo de organización social y productiva, tiene como base de sustentación la tecnología, el capital financiero y una profunda reforma en la producción, con la que logró integrar diferentes cadenas de valor.

Aunque en Argentina la estructura productiva comenzó su reorganización durante la dictadura militar que tuvo inicio en 1976, fue durante los años menemistas que el proceso se aceleró drásticamente. Durante este período se desmanteló el sector industrial mediante la profundización de políticas de importación indiscriminada, sobre la base de un discurso favorable al fortalecimiento de exportación de “commodities”; se desreguló el sector agropecuario y a partir de 1996 se les dio permiso a las empresas para la utilización de herbicidas modificados genéticamente, lo que le dio un impulso enorme a la producción agraria y en particular al cultivo de soja.

Dicha coyuntura política motivó una transformación en la estructura social del agro en varias regiones del país. Como es el caso del centro de la Provincia de Santa Fe, donde una parte de aquellos chacareros cuyos antepasados habían sido pioneros en el proceso de colonización agrícola de la segunda mitad del siglo XIX, motivados por los cambios estructurales de los ’90, se vieron obligados a intensificar la producción y aumentar su escala.

En ese marco, las mayores transformaciones del sector agrario en los últimos años fueron llevadas a cabo por las grandes sociedades. Son los denominados “pools” de siembra que, según el economista Osvaldo Barsky y la investigadora Mabel Dávila, para el año 2008 ya manejaban 1,3 millones de hectáreas y facturaban 1.000 millones de dólares.

Estos grupos se caracterizan por tener proyectos de explotación a largo plazo, vincular el agronegocio con los grandes magnates financieros; el aumento en la escala productiva con tierras propias y otras en arriendo; y un estricto control y administración a través del uso de la tecnología.

Los llamados “pools” o “pooles”, son estructuras comerciales y productivas de tamaños muy diferentes y suelen explotar superficies de entre 1.000 y 50.000 ha, límite superado en casos excepcionales. Siempre están constituidos bajo una forma legal (fondo de inversión) y surgen normalmente de una asociación entre un estudio agronómico y una sociedad financiera. A partir del momento en que las actividades agrícolas comenzaron a aparecer como un negocio económicamente atractivo, se hicieron presentes en el “portafolio de alternativas” de las sociedades financieras. Estas, en estrecha relación con estudios agronómicos, atrajeron a los inversores tradicionales (privados o institucionales) para integrarlos en fondos de inversión con el objeto de desarrollar proyectos agrícolas.

Esta nueva estructura social agraria conformó la base del agronegocio actual que, gracias a las ventajas productivas de este cultivo y las fluctuaciones favorables de su precio en el mercado mundial, hoy tiene como principal producto de exportación la soja transgénica.

Como resultado, toda esta serie de cambios impulsó la progresiva “sojización” del suelo de nuestro país, con un 55% del área cultivable ocupada por este producto según estimaciones del INTA para 2015. Dicha cifra se explica por los enormes beneficios que conlleva la producción de soja gracias al salto tecnológico y los nuevos métodos de siembra directa, lo que implica menos mano de obra y mayor extensión de tierras en cultivo.

Las empresas líderes argumentan oficialmente que, dicho modelo productivo, se lleva a cabo en un marco de estricto cuidado del medio ambiente y de las personas involucradas en el proceso. Sin embargo, dichas promesas son contradictorias ante las ya incontrastables constataciones del daño sobre la salud humana de los agrotóxicos.

Hay que mencionar también que, el enorme crecimiento de este sector de la economía argentina (que propició el monocultivo y profundizó el modelo productivo extractivista), hoy lo posiciona en un rol político clave gracias a las cuantiosas ganancias en dólares que obtiene del comercio exterior. Esto conlleva una disputa permanente con el Estado en la pelea por la apropiación de esa renta extraordinaria, que tuvo como uno de sus puntos más álgidos en el conflicto por las retenciones de 2008.  

A continuación el informe completo:

Print Friendly, PDF & Email