por Matías Feito, militante de ATE y de la CTA-A, y miembro del IEF

 

Era un día cualquiera de los condenados de las oficinas, era un día tan cualquiera que la repetición se hizo diferencia. Abrí la puerta de una oficina en otro intento de implicar a un grupo de laburantes que al inicio eran reacios a nuestras convocatorias, pero que después de mucha escucha se sumaban. Este grupo tenía la particularidad que a la hora de la asamblea aportaba la certeza de quienes hablan poco, pero dan en el detonante del sentir colectivo. Sólo pasé a recordarles la asamblea, conversar y volver a reiterar el horario insoslayable. Mientras cerraba la puerta una voz deshizo el silencio: “sí convoca ATE, viene en serio”.

El comentario me hizo pensar en la historia de nuestro sindicato, en entender qué intereses inmediatos se expresaban en el sector de trabajo y algún rodeo del momento histórico para encontrarle esas caracterizaciones infaltables. Aun así, la lengua se desplaza mucho antes que el habla. Algo escapaba al significado y estaba constituido de siglos de humanidad que habitan las palabras más que los oídos que la escuchan.

ATE no era solo una sigla. ATE estaba presente en la mitología griega. Fui a mi helenista de confianza como quién va a la farmacia. Al consultar a Nicole Loreaux, nos explica que aparece en Hesiado como hija de Eride (disputa, lucha), en Homero como hija de Zeus y la diosa que personifica el error, mientras que en el mundo helénico es el castigo fatal de los dioses y la desgracia de ese castigo.

En la tragedia de Antígona aparece ATE. Recordemos brevemente la historia, Antígona quiere enterrar a su hermano y el tirano Creonte no lo permite porque es un traidor. Ella confronta con el tirano sosteniendo que hay leyes no escritas por encima de la soberanía de Creonte. Algo tan legítimo como enterrar a su hermano es la desatadura de una tragedia.

En el complejo análisis de Lacan sobre la obra encontramos a ATE, retomaremos algunos elementos. El que comete el error, su propio error, es Creonte. El lugar de Antígona es el de ATE. Para Lacan, “la ATE no es la hamartía, la falta o el error, no es hacer una tontería” sino la luminosidad violenta del deseo de Antígona que rompe con los obstáculos de las leyes escritas de la ciudad.

¿A qué elementos de la lucha política nos remite este rodeo? Todavía tengo la voz resonante de nuestra Silvia Bleichmar hablando de Antígona. Ella distinguía entre dos formas del poder, una que se impone con límites, y otra muy diferente donde es producción del ejercicio ético. En la primera, la puesta en marcha de la obediencia “actúa de tal manera de complacer al legislador”. En la segunda, nos encontramos con nuestras conductas en relación a obligaciones éticas con el otro (“no hacer lo que no te gusta que te hagan”), en relación al semejante, a la proximidad donde nuestra noción de otro es apertura.

Más allá de la sigla, cuando los puntos seguidos se desvanecen y emergen las huellas de lo intraducible, encontramos una palabra que nos lleva a donde quién sabe para qué cosa cuando un cuerpo la toma.

Abrir conceptos es abrir umbrales. Así como abrir una puerta no es una acción automática para un delegado. A veces abrimos puertas para convocar asambleas, otras irrumpimos en las oficinas de funcionarios donde estallan las fuerzas que detrás nos aguardan. ¿Cómo explicar lo que significa apertura para aquella persona que milita en ATE? La tarea es abrir puertas, conceptos, umbrales para desatar las confrontaciones cotidianas y ganarlas.

¿Cuántos viejos sentidos nos atan y desatan inconscientemente? Cada delegada y delegado de ATE es el error del estado burgués, pero no sólo eso. Serán los condenados de oficinas, fábricas y barrios quienes desaten ATE en el momento que no les permitan enterrar este sistema.

 

 

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